domingo, 13 de agosto de 2023

Estoy triste

 

ESTOY TRISTE


¡Hola a todos y bienvenidos nuevamente a "From España to Australia: Álvaro's Journey"! 

Han pasado 90 días desde que aterricé en Australia y cada semana ha sido distinta a la anterior. Como os comenté en el capítulo anterior, me pongo malo, y aunque aun tengo algo de mocos me encuentro mucho mejor y aunque no con el mejor de los animos. 

Cuando decidí venir a Australia, sabía que pasaría por etapas increíblemente positivas y buenas que me llenarían de alegría, y algunas que no serían tan buenas. Igual que hace un mes comentaba lo feliz y sencillo que se me estaba haciendo todo, hoy escribo desde el otro lado. Estas últimas dos semanas han sido bastante duras, sobre todo a nivel mental. Para mí, cada día supone una oportunidad de aprender y de ver que cumplo las expectativas que genero en la gente, y sobre todo las que me marco a mí, que suelen ser altas.

Quiero contarles lo que me ha hecho estallar de tristeza esta semana. El viernes 11, empezaba una nueva jornada de trabajo. Me vestía y estaba listo, con mucha energía; ¡era VIERNES! A las 8:30 ya tenía las manos pringadas y estaba trabajando en el primer proyecto. Todo iba bien, y a las 11 me llamó mi jefe porque teníamos que ir a otro sitio y necesitaba mi ayuda. Allí estaba yo, listo. El trabajo nos llevó 3 horas sin descanso, y ya eran las 14:00. Y aún me quedaban mis labores pendientes. Así que hablé con mi jefe y le dije: "No pasa nada si no como ahora, prefiero terminar y luego descansar". Así que me dispuse a hacer la siguiente tarea, que normalmente toma unas 3 horas y consiste en alimentar a todas las vacas que están en las afueras de la granja. Créanme, hacer esto de noche no es agradable y resulta agotador tanto física como mentalmente. Además, el tractor que usamos es susceptible de estropearse si se golpea un bache de manera incorrecta. Finalmente, cuando terminé, eran las 17:00 y el cielo se estaba oscureciendo hasta el punto de ser peligroso conducir tractores sin luz, ya que podrías dañar o romper algo. Así que decidí apagar todo y dirigirme a casa. Estaba exhausto, apenas coordinaba bien las piernas al conducir y olvidé incluso cambiar las marchas para frenar el coche. Estaba agotado y hambriento. Al llegar a casa, eran las 18:00 y fui directo a la ducha para relajarme y pensar en el fin de semana para recuperar energías. Sin embargo, cuando terminé de vestirme, mi jefe tocó a la puerta y me preguntó si había alimentado a las vacas, a los 2 grupos principales. Obviamente respondí que no, que para mí era peligroso sin luz. A lo que él me respondió: "Ahora tendré que ir yo a terminar lo que tú no has hecho". Rápidamente le ofrecí mi ayuda, me daba igual haberme duchado y tener que vestirme de nuevo para trabajar. Ante todo, mantengo una actitud y predisposición positivas para lo que hago, y jamás muestro mala cara. Él me dijo que no, que esto no podía volver a pasar y que no alimentar a las vacas un día supone pérdidas de dinero. Y con esas palabras se fue.

Aquí comenzó el desplome anímico en mi cabeza. Y no, no me siento mal por haber tomado la decisión de irme de la granja sin haber terminado mis tareas, porque antes de ser granjero soy persona y tengo necesidades vitales (como alimentarme). Lo que me dolió fue la poca empatía que mostró mi jefe al ver mi cara cansada después de todo el día y que sus palabras fueran: "No has terminado de alimentar, no puedes irte". Muy doloroso. Había trabajado 10 horas. Y les aseguro que si hubiera llegado a las 18 para ayudarme, habría continuado sin problemas, esforzándome por dar lo mejor de mí. No tengo problemas en trabajar 10/12 horas seguidas, pero siempre priorizo mi seguridad.

No culpo a mi jefe por ser como es. ¿Qué se puede esperar de alguien que dejó de estudiar a los 14 años y que no sabe leer ni escribir? Es el jefe que me ha tocado, y como he mencionado muchas veces, tiene aspectos positivos que envidio. Pero ayer, para mí, él no fue justo conmigo y me hizo sentir inútil, como si las 10 horas de trabajo no hubieran servido para nada. Y no es agradable irse a dormir con lágrimas en los ojos y no parar de cuestionarse lo que hago.

Ahora me encuentro en una corriente negativa de pensamientos. ¿Vale la pena pasar por estos malos momentos? ¿Estoy en el camino correcto? ¿Qué aprendizaje obtendré de esta experiencia? ¿Estoy preparado? Son pensamientos negativos que me duelen. Ahora es cuando extraño mis zonas de confort, ir al Bernabéu, estar con mis amigos, dar un paseo por Madrid... Y aunque la experiencia a nivel de crecimiento personal está siendo enorme y muy enriquecedora, veo que Australia no es el país para mí. Pero no, no voy a rendirme y seguiré viviendo aquí sin que esto empañe mi visión, simplificando Australia como una granja con una familia que honestamente gana dinero con su trabajo, pero que carece de los conocimientos básicos para socializar con personas que no sean de su círculo familiar.

Sobre este último punto, me he dado cuenta de que en Australia no se dividen las clases sociales por la cantidad de dinero que una familia tiene en el banco, sino por el nivel de estudios básicos que tienen. La cultura de España de alentar (y a veces presionar) a los hijos a ir a la universidad no existe aquí. Aquí, a los 18 años, tienes que empezar a generar ingresos para poder formar una familia a los 25, algo impensable en España. Y los días que conozco a transportistas o amigos de la familia me demuestran aún más esta idea que veo. No quiero decir con esto que no me guste esta cultura, de hecho la apoyo en cierta medida. Creo que en España falta un poco de esto, dejar de pensar que todos tienen la capacidad a los 18 años para acceder a la universidad y ser disciplinados en los estudios, cuando a veces una vía más laboral podría ayudar más en la formación de la vida. Ya habrá tiempo de estudiar una carrera cuando se sea consciente de lo que implica. Lamentablemente, me di cuenta a los 24 años de lo que supone estudiar una carrera y de que aprobar por aprobar no da resultados. Y aunque no me arrepiento de nada, sí habría tomado otra vía cuando salí del instituto, más orientada hacia un acceso rápido al mundo laboral.

Aunque me sienta triste hoy, y probablemente este estado de ánimo dure un par de días más, algún día saldré de él y habré aprendido a encontrar valor en mí mismo para cambiar esta situación. También habré aprendido que un trabajo no debe contaminar mi felicidad; uno puede trabajar mejor o peor, pero lo que nunca podrán recriminarte es que no lo intentaste.

Hasta aquí mis primeros 90 días y mi octavo capítulo de mi experiencia en Australia. 

¡Los echo de menos y los quiero!

¡Nos vemos en el próximo capítulo!






miércoles, 2 de agosto de 2023

Me pongo malo


Me pongo malo


¡Hola a todos y bienvenidos nuevamente a "From España to Australia: Álvaro's Journey"! 

Han pasado 82 días desde que aterricé en Australia y cada semana ha sido distinta a la anterior. Como os comenté en el capítulo anterior, cuesta hacerse mayor, empezar a tener responsabilidades y valorar las decisiones que tomas determinan el camino de tu futuro. Empezaba una nueva semana de trabajo, y ya no me queda mucho por aprender pero si por hacer.

Lo primero deciros que si no escribo semanalmente es porque no puedo contar nada que me haga ilusión o expresar alguna emoción. Estas últimas semanas han sido bastante monótonas, no ha pasado nada especial, tampoco puedo decir que haya aprendido algo o que me haya dado tiempo a reflexionar sobre las cosas que me ocurren. 

Ahora sí, vamos a por el nuevo capítulo. Como he dicho antes, no me están ocurriendo grandes cosas y estoy un poco sumergido en una monotonía, que aunque no me gusta y me aburre, me lo tomo como una etapa del proceso en Australia, ahorrando dinero y mejorando el inglés. Desde un principio sabía que esto me podría pasar, el vivir a 1 hora del pueblo y el no tener amistades de mi edad en el país lo harían difícil. Esto me está enseñando a controlar mis impulsos que en Madrid no veía. Algo que vemos tan sencillo como ir al supermercado a comprar algo con el ansia de comérmelo no puedo, o irme de fiesta con mis amigos y volver a las tantas, desgraciadamente no son posibles. Y me está sorprendido la capacidad de aceptarlo. Quiero decir, entenderme que yo en Madrid prácticamente lo tenía todo, no me faltaba de nada y podía contentar cualquier impulso que me surgiera. 

Estas últimas 2 semanas en la granja no han sido las mejores. Hace 10 días empezaba una corriente negativa que se iba incrementando cada día que pasaba. El primer día se nos estropeo un tractor, que usábamos a diario, a las 7 de la tarde cuando nos íbamos a casa. Al siguiente día, el generador que impulsaba agua a las abrevaderos se nos estropeaba a las 8 de la tarde. Esto sí que era un problema serio, las vacas consumen gran cantidad agua al día, y dejarles sin agua más de 24 horas podía suponer que murieran y eso supondría gastos. Durante 2 horas mi jefe intento repararlo, pero sus esfuerzos no dieron fruto y a las 11 de la noche volvía a casa. 

Después de una jornada de descanso sin noticias negativas, la liaba, y aunque no fue algo exageradamente malo, en mi cabeza se hizo el mayor de los problemas. No me preocupaba tanto lo que pudieran pensar mis jefes, puesto que han puesto mucha confianza en mí y me dan libertad de tomar decisiones. Pero desde hace un tiempo a ahora me exijo ser el mejor en las cosas que hago, no acepto fallar y menos que eso tenga repercusiones en el trabajo de otras personas. El run-run estaba en mi cabeza, solo podía pensar que había fallado y tan solo había dañado la escalera mecánica por donde sale el pienso preparado de la mezcladora. Si, una tontería, era tan poca cosa que a mi jefe solo le llevo 20 minutos repararlo. Pero para mí era haber fallado. El último día de trabajo de la semana fue bueno, NO PASA NADA MALO y todo estaba reparado o solucionado. 

Llegaba el fin de semana y me pongo enfermo. Os pongo en situación, Quentin es el hijo de mi jefe, es un niño de 8 años que está un poco asalvajado y vive descalzo sin calcetines, y da igual que en la calle haga 5 ºC o 25 ºC que jamás se pone botas. Dos días antes de llegar el fin de semana, el niño se puso a toser en la cena, y como os podéis imaginar, ponerse el codo o la mano no entra en sus planes aunque sus padres se lo digan repetidas veces. Dos días más tardes su hermana y yo nos poníamos malo. Me levantaba con una congestión en la nariz terrible y con ligeras decimas de fiebre. Fui a la cocina y ahí estaba la hermana y la madre que me vieron la cara y dijeron, tú también y asentí. Pregunte por si tenían ibuprofeno o paracetamol pero como me paso en Bristol, el uso de medicamentos en los países anglosajones no es tan común y se usa más el uso de vitaminas o remedios caseros. La madre me dio vitamina C y me dijo que dos cucharas con agua después de desayunar y cenar. Sinceramente, no tenía muchas expectativas en que fuera a funcionar porque me encontraba fatal y bueno, al final siempre que me he puesto malo, he ido al hospital a que me recetara un medicamento que me curase. Pero diré en su favor que ese día me ayudo. Al día siguiente me levantaba fatal, peor que el día anterior, con una fiebre terrible pero había que seguir dándole una oportunidad a la vitamina C. Interiormente pensaba que estaba enfermo porque emocionalmente había sido una semana negativa y las cosas malas nunca vienen solas. Y me sorprende lo vulnerable que es el cuerpo humano cuando estamos mal emocionalmente, nos encontramos indefensos. Durante todo ese día estuve en la cama descanso. 

El comienzo de esta semana no era malo y todo parecía que el fin de semana iba a ser un punto de inflexión. Yo me encontraba mejor, infinitamente mejor, con la congestión pero pudiendo hacer vida normal. Pero claro, convivir con personas enfermas hace que las enfermedades se compartan y les tocaba a mi jefe y su mujer. Os puedo asegurar que jamás vi a mi jefe tan vulnerable como ese día, era un cadáver andante, pero su situación es complicada porque saben que una persona no es suficiente para trabajar en la granja por el gran número de cosas que debes hacer cada día, además, de que tiene inculcado desde pequeño el trabajo y que no se puede fallar ningún día porque los animales no esperan a nadie. Ese día mi jefe llego de trabajar a las 2 de la tarde y a la 4 estaba en la cama y no le volvería a ver hasta la mañana siguiente. El martes fue un día de menos a más, mi jefe se encontraba con mejor cara. Y ya estábamos hasta el día que estoy escribiendo esto, miércoles 2 de agosto. No sé qué cenamos ayer que todos tenemos gastroenteritis y se pasa mal. Yo he tenido unos retortijones durante toda la mañana que han hecho tenga que ir al baño en la granja. Tan solo os diré que no tenemos baño en la granja. Me encontraba pálido y con escalofríos. Una mala experiencia. Mi jefe al verme me dio un vaso con vinagre de manzana y agua y me decía tómatelo, te hará sentir infinitamente mejor. Escribo esto 3 horas después de tomarlo y puede que haya ido al baño (esta vez real) unas 4 o 5 veces pero ya no tengo retortijones ni dolores ni una sensación horrible de escalofríos y dolor abdominal. Una bendición tomarlo

En estos días que han sido malos, he visto la cara de mi jefe y su mujer y jamás han tenido una expresión de negatividad, la cultura que tienen para aceptar los momentos negativos es envidiable. Los saben afrentar de tal manera que siempre ven el lado positivo o gracioso de las situaciones y no solo se queda ahí, sino que también lo contagian, te hablan y te ayudan a salir de esos momentos de dudas o negatividad. Y probablemente les afecte pero generar una atmosfera de negatividad te aleja de los objetivos que te propones. De verdad, una mentalidad envidiable, de la cual quiero aprender. 

Hasta aquí mis primeros 82 días y mi séptimo capítulo de mi experiencia en Australia. 

¡Los echo de menos y los quiero!

¡Nos vemos en el próximo capítulo!