ESTOY TRISTE
¡Hola a todos y bienvenidos nuevamente a "From España to Australia: Álvaro's Journey"!
Han pasado 90 días desde que aterricé en Australia y cada semana ha sido distinta a la anterior. Como os comenté en el capítulo anterior, me pongo malo, y aunque aun tengo algo de mocos me encuentro mucho mejor y aunque no con el mejor de los animos.
Cuando decidí venir a Australia, sabía que pasaría por etapas increíblemente positivas y buenas que me llenarían de alegría, y algunas que no serían tan buenas. Igual que hace un mes comentaba lo feliz y sencillo que se me estaba haciendo todo, hoy escribo desde el otro lado. Estas últimas dos semanas han sido bastante duras, sobre todo a nivel mental. Para mí, cada día supone una oportunidad de aprender y de ver que cumplo las expectativas que genero en la gente, y sobre todo las que me marco a mí, que suelen ser altas.
Quiero contarles lo que me ha hecho estallar de tristeza esta semana. El viernes 11, empezaba una nueva jornada de trabajo. Me vestía y estaba listo, con mucha energía; ¡era VIERNES! A las 8:30 ya tenía las manos pringadas y estaba trabajando en el primer proyecto. Todo iba bien, y a las 11 me llamó mi jefe porque teníamos que ir a otro sitio y necesitaba mi ayuda. Allí estaba yo, listo. El trabajo nos llevó 3 horas sin descanso, y ya eran las 14:00. Y aún me quedaban mis labores pendientes. Así que hablé con mi jefe y le dije: "No pasa nada si no como ahora, prefiero terminar y luego descansar". Así que me dispuse a hacer la siguiente tarea, que normalmente toma unas 3 horas y consiste en alimentar a todas las vacas que están en las afueras de la granja. Créanme, hacer esto de noche no es agradable y resulta agotador tanto física como mentalmente. Además, el tractor que usamos es susceptible de estropearse si se golpea un bache de manera incorrecta. Finalmente, cuando terminé, eran las 17:00 y el cielo se estaba oscureciendo hasta el punto de ser peligroso conducir tractores sin luz, ya que podrías dañar o romper algo. Así que decidí apagar todo y dirigirme a casa. Estaba exhausto, apenas coordinaba bien las piernas al conducir y olvidé incluso cambiar las marchas para frenar el coche. Estaba agotado y hambriento. Al llegar a casa, eran las 18:00 y fui directo a la ducha para relajarme y pensar en el fin de semana para recuperar energías. Sin embargo, cuando terminé de vestirme, mi jefe tocó a la puerta y me preguntó si había alimentado a las vacas, a los 2 grupos principales. Obviamente respondí que no, que para mí era peligroso sin luz. A lo que él me respondió: "Ahora tendré que ir yo a terminar lo que tú no has hecho". Rápidamente le ofrecí mi ayuda, me daba igual haberme duchado y tener que vestirme de nuevo para trabajar. Ante todo, mantengo una actitud y predisposición positivas para lo que hago, y jamás muestro mala cara. Él me dijo que no, que esto no podía volver a pasar y que no alimentar a las vacas un día supone pérdidas de dinero. Y con esas palabras se fue.
Aquí comenzó el desplome anímico en mi cabeza. Y no, no me siento mal por haber tomado la decisión de irme de la granja sin haber terminado mis tareas, porque antes de ser granjero soy persona y tengo necesidades vitales (como alimentarme). Lo que me dolió fue la poca empatía que mostró mi jefe al ver mi cara cansada después de todo el día y que sus palabras fueran: "No has terminado de alimentar, no puedes irte". Muy doloroso. Había trabajado 10 horas. Y les aseguro que si hubiera llegado a las 18 para ayudarme, habría continuado sin problemas, esforzándome por dar lo mejor de mí. No tengo problemas en trabajar 10/12 horas seguidas, pero siempre priorizo mi seguridad.
No culpo a mi jefe por ser como es. ¿Qué se puede esperar de alguien que dejó de estudiar a los 14 años y que no sabe leer ni escribir? Es el jefe que me ha tocado, y como he mencionado muchas veces, tiene aspectos positivos que envidio. Pero ayer, para mí, él no fue justo conmigo y me hizo sentir inútil, como si las 10 horas de trabajo no hubieran servido para nada. Y no es agradable irse a dormir con lágrimas en los ojos y no parar de cuestionarse lo que hago.
Ahora me encuentro en una corriente negativa de pensamientos. ¿Vale la pena pasar por estos malos momentos? ¿Estoy en el camino correcto? ¿Qué aprendizaje obtendré de esta experiencia? ¿Estoy preparado? Son pensamientos negativos que me duelen. Ahora es cuando extraño mis zonas de confort, ir al Bernabéu, estar con mis amigos, dar un paseo por Madrid... Y aunque la experiencia a nivel de crecimiento personal está siendo enorme y muy enriquecedora, veo que Australia no es el país para mí. Pero no, no voy a rendirme y seguiré viviendo aquí sin que esto empañe mi visión, simplificando Australia como una granja con una familia que honestamente gana dinero con su trabajo, pero que carece de los conocimientos básicos para socializar con personas que no sean de su círculo familiar.
Sobre este último punto, me he dado cuenta de que en Australia no se dividen las clases sociales por la cantidad de dinero que una familia tiene en el banco, sino por el nivel de estudios básicos que tienen. La cultura de España de alentar (y a veces presionar) a los hijos a ir a la universidad no existe aquí. Aquí, a los 18 años, tienes que empezar a generar ingresos para poder formar una familia a los 25, algo impensable en España. Y los días que conozco a transportistas o amigos de la familia me demuestran aún más esta idea que veo. No quiero decir con esto que no me guste esta cultura, de hecho la apoyo en cierta medida. Creo que en España falta un poco de esto, dejar de pensar que todos tienen la capacidad a los 18 años para acceder a la universidad y ser disciplinados en los estudios, cuando a veces una vía más laboral podría ayudar más en la formación de la vida. Ya habrá tiempo de estudiar una carrera cuando se sea consciente de lo que implica. Lamentablemente, me di cuenta a los 24 años de lo que supone estudiar una carrera y de que aprobar por aprobar no da resultados. Y aunque no me arrepiento de nada, sí habría tomado otra vía cuando salí del instituto, más orientada hacia un acceso rápido al mundo laboral.
Aunque me sienta triste hoy, y probablemente este estado de ánimo dure un par de días más, algún día saldré de él y habré aprendido a encontrar valor en mí mismo para cambiar esta situación. También habré aprendido que un trabajo no debe contaminar mi felicidad; uno puede trabajar mejor o peor, pero lo que nunca podrán recriminarte es que no lo intentaste.
Hasta aquí mis primeros 90 días y mi octavo capítulo de mi experiencia en Australia.
¡Los echo de menos y los quiero!
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
