domingo, 18 de junio de 2023

Las mentiras tienen las patas cortas


Las mentiras tienen las patas cortas


¡Hola a todos y bienvenidos nuevamente a "From España to Australia: Álvaro's Journey"!

Han pasado 40 días desde que aterricé en Australia y cada semana ha sido distinta a la anterior. Como os comenté en el capítulo anterior, nadie nace aprendido, y es muy importante saber decir que no puedes hacer algo por desconocimiento. Empezaba una nueva semana de trabajo, a saber las funciones nuevas que iba a tener y sobre todo las lecciones de vida que me iban a tocar vivir.

Hoy no os voy a contar que hice durante la semana y tan solo os voy a narrar el mayor suceso y miedo que me ha pasado desde que soy adulto. Y aunque me he provocado situaciones irreversibles, como cuando me rompí el escafoides 4 meses después de la operación de mandíbula y justo un día antes de irme de vacaciones a Bilbao, y no contárselo a mi padre y que a la mañana siguiente se enterara por la llamada del hospital. Y si, me arrepiento, porque no me hubiera gustado que un hospital me llamara y no tener conocimiento de que le ha pasado a mi hijo y tan solo te digan que finalmente no le tenemos que operar. Miedo. Aunque he tenido suerte con mi padre, ya que, a agua pasada nunca me ha castigado (si, me fui a Bilbao con el brazo roto aun él enterándose de esta manera).

Esta semana me paso algo más grave y probablemente aprenda de una vez que decir la verdad en el primer momento te hace libre y no ser preso de tus palabras. El jueves 15 de Junio, me tocaba trabajar solo porque mi jefe se fue a la ciudad con su mujer. Yo me levante como cada mañana a las 7:00 de la mañana, iba a desayunar y leía una hoja donde estaban asignadas mis funciones para ese día. Si me organizaba bien, podría tener la tarde libre. Me preparé y me fui a trabajar a las 8:30, cogí el coche de mi jefe e iba de camio a la granja. En el trayecto pinche una rueda y perdí el control del coche, y aunque no iba muy rápido, 30 km/h, a lo mejor iba a una velocidad inapropiada para el estado y desconocimiento de los caminos de tierra que tenemos por carretera. Iba directo a estrellarme contra un árbol y di volantazo y me quedé en 2 ruedas. Sigo sin saber cómo es posible que no volcara y que no me pasara algo más grave. Aun cuando escribo esto, me tiemblan las piernas y veo en mi cabeza el trayecto que tomo el coche. En cuanto paro el coche, empecé a llorar, durante 5 minutos, parado en la carretera, desconsoladamente, sin saber qué hacía en un pueblo perdido en Australia, alejado de una ciudad y sobre todo de mi familia. Me bajé del coche para ver si había algún daño y es cuando me di cuenta de que había pinchado y que todo ese susto había sido provocado por eso. Di media vuelta y llegue a casa y aparque el coche.


Cuando llegue, lo primero que hice fue llamar a la hija de mi jefe, que le enseñe como estaba el vehículo, y aquí cometí mi primer error, no contarle lo que me había sucedido. Le dije que me encontré la rueda así y que podía hacer. Ella llamo a su madre y me dijeron que cogiera el quad y fuera a hacer las funciones que me tocaban. Ya estaba en la granja para empezar a trabajar y empecé a llorar, una hora llorando. Si la anterior vez fue por el susto del casi accidente, esta vez fue porque echo de menos a mi familia, muchísimo y aunque haya problemas entre nosotros, la familia siempre va a estar dispuesta para ti y estar aquí me ha hecho estar más cerca de mi padre, de ver a mi madre más presente en mi vida y que mi hermana este ayudándome tanto a muchísima distancia con sus contactos y sus experiencias.

El día continuaba, y yo tenía que terminar mis labores de ese día. Cuando me conseguí tranquilizar, me puse manos a la obra y en 1 hora había terminado en la granja. Me tocaba volver a casa y ya solo me quedaba lavar los coches. Si lavar los coches y ya era libre para disfrutar de la tarde. Pero en mi cabeza no me preocupaba terminar. Estaba asustado, tenía un nudo en el estómago, pensaba que me iban a despedir por pinchar una rueda. Quería que el tiempo pasara lo más rápido y que este suceso se quedara en el pasado y nadie hablara más de él. Ver a mi jefe y que me dijera algo. Iban pasando las horas y mi jefe no llega. Iba llegando la oscuridad de la noche y aun no llegaba, preguntaba a su hija y me dijo que se habían quedado sin batería a 3 horas de casa y que estaba por ver si llegaban a dormir a casa. Buff. Crecían las dudas en mi cabeza.

A las 21:00 tocaba a mi puerta la hija para ir a cenar y me decía que sus padres habían llegado. Mareo de dudas, de inseguridades, de ver que iba a pasar conmigo. Y la verdad que todas las películas que me había montada se esfumaban y mi jefe tan solo me pregunto por si había terminado las ordenes que me había pedido y que ya mañana miraríamos lo de la rueda. Esa noche al menos dormía tranquilo porque no veía a mi jefe muy preocupado por la rueda.

Llego el viernes y era un nuevo día, cambiamos la rueda y nos íbamos a trabajar. Estaba tranquilo porque mi jefe no me hacía preguntas al respecto sobre lo sucedido y para mí era una liberación. Parecía que el tema se iba a zanjar ahí, un pinchado, el susto quedaba en mi cabeza y ellos no parecían muy preocupados.

Empezaba el fin de semana y yo me levantaba a las 9 el sábado, y como todos los sábados limpiaba mi habitación y hacia la colada. A las 10:30 había terminado y me iba a desayunar, donde estaban mi jefe y su mujer hablando de cuál es el gasto en el pienso y cuanto beneficio obtienen por cada ciclo de 90 días que hay en la granja. Yo escuchaba con atención, sin molestar, ni comentar. Interiormente pensaba que faltaba estructura en la empresa, que la granja se podría hacer más eficiente. Al final, ellos llevan trabajando 30 años en el sector y sabrían cómo hacerlo de la manera más productiva. Pero como en todas las situaciones de la vida, a todos nos gusta aportar un granito de arena y ver que eso puede hacer mejorar la empresa. Y aunque no les dije nada, empecé a pensar de qué manera podríamos contabilizar el gasto de pienso en cada ciclo, de tal manera que el beneficio sea mayor y no haya perdidas innecesarias de dinero. No penséis que le dedique 10 horas y ya tengo la solución, no, tan solo tengo la idea en mi cabeza y dedicarle un rato cada día para presentarles un proyecto.

El domingo empezaba bien, me levantaba descansado y con ganas de no hacer absolutamente nada. Me fui a desayunar, y a las 11:00 estaba de vuelta en mi habitación, me ponía una película y me quedaba dormido. Así soy yo, me quedo dormido cada vez que me tumbo. A las 14:00 me iba a comer, y ahí estaban mi jefe y su mujer, que me preguntaron qué había pasado con el coche para pinchar la rueda, que se habían dado cuenta de que había una trazada por perdida del control del coche y ellos aseguraban que la rueda se había pinchado así. Y aquí cometí mi segundo error, tener la oportunidad tan fácil de decir la verdad y no hacerlo, hacer la bola más grande y yo mas prisionero de mis palabras. Sentía un nudo en el estómago, que se iba agrandando. Yo seguía en mi posición de no decir la verdad y ellos cada vez estaban más convencidos de que mi historia tenía las patas cortas. Mis argumentos de que me lo había encontrado así no parecían lo más contundentes y ellos cada vez sospechaban más. Pero de este round salía vivo, ya que iban a preguntar a su hija si ella sabia algo y si les estaba ocultando algo.

Terminé de comer y me fui a mi habitación. El nudo que tenía en el estómago ya no era un nudo, eran sudores fríos, temblores, miedos en la cabeza, frustración por no haber contado la verdad a la primera. Me puse a mirar vuelos por si me pillaban ellos y me despedían, tenía que buscar un plan B. Aunque no puedo huir de aquí, vivo a 1 hora de la ciudad y por aquí no pasan autobuses, ni vienen taxis a por ti. No tenía escapatoria. Y como todos, siempre recurrimos a nuestros padres. Y así fue, escribí a mi padre y le conté lo que había sucedido y me dijo que me tocaba dar la cara, liberarme de las cadenas de mis palabras. No sabía cómo afrontarlos, era difícil por la bola de nieve que había provocado. Pero como en muchas situaciones que se te planteen en la vida, tienes que aprender, y darte cuenta de los errores que cometes, asumir que te has equivocado, y corregirlo para que no vuelva a ocurrir. Y así fue, escribí una carta en mi teléfono, que iban a ser mis palabras y me fui al salón a hablar con ellos. Le pedí a la mujer que leyera lo que había escrito. No había leído 3 líneas y ya tenía los ojos vidriosos y mil ganas de llorar, se me caía la velilla y no aguantaba la situación. Tocaba apretar los dientes y aguantar, yo me había provocado esa situación. Al terminar de leer, yo aun aguantaba las lágrimas, y le tocaba hablar a mi jefe. Su reacción fue increíble, me dijo que había sido “honesto” por haber contado la verdad, aunque haya sido tarde y que lo valora. Me pregunto que había aprendido de esta lección como si se tratara de un padre, y la respuesta es clara, la mentira te hace prisionero y la verdad te hace libre. Después de 20 minutos de charla, y de entendimientos, de darnos cuenta de que es difícil para ambos el lenguaje y que aunque tenga mucha voluntad, no puedo seguir por el camino de decir que si (yes) a todo lo que me dice porque el piensa que yo soy capaz de todo, y cada vez me manda ordenes más complicadas porque voy quemando etapas.

Probablemente ha sido el momento más difícil de mi vida de afrontar. Al final, esto es un trabajo y dar la cara delante de un jefe que te trata como un hijo es difícil. Perder la confianza te hace más inseguro y te genera dudas si estas en el sitio correcto. Seguramente cuando leáis esto hayan pasado horas, días e incluso meses o años. Pero esto lo escribo con 2 horas de demora. Ha sido un domingo en el que he madurado, y todas las veces que mi padre me decía, que las mentiras tienen las patas cortas y que cazar a un mentiroso es extremadamente fácil, veo que son realidad. Y me volveré a equivocar en mi vida pero solo espero que esta situación me haga aprender que la verdad es un bien preciado que jamás hay que perder, que las consecuencias son peores, y la perdida de confianza entre personas es algo que hay que cuidar. No sé qué pasara conmigo, si me darán otra oportunidad para seguir en el trabajo o me despedirán. Tomen la decisión que tome me tocara dar lo mejor de mí y volver a la casilla de partida.

Desde aquí me mando a mí yo del futuro, que cuando lea este blog dentro de algún tiempo, espero que haya reflexionado, que ser feliz por lo que hago y darme cuenta de las oportunidades que tengo en mi vida y valorarlas. Siempre he sido una persona directa y he intentado ser transparente para evitar problemas y nunca me he caracterizado por ser mentiroso pero a veces el miedo te provoca a equivocarte y no darte cuenta que te cavas un hoyo tomando este camino. Por ultimo, ser agradecido y mirar las cosas positivas y no dejar jamás de aprender de los errores que cometidos. 



Hasta aquí mis primeros 40 días y mi tercer capítulo de mi experiencia en Australia. 

¡Los echo de menos y los quiero!

¡Nos vemos en el próximo capítulo!


5 comentarios:

  1. Todos nos equivocamos y seguimos equivocándonos a los largo de nuestra vida, el mero hecho de enfrentarte a tu miedo ya es una victoria que te servirá a largo de tu vida. Reconocerlo te hace aún mejor persona.

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  2. Hola Álvaro, a mí también se me han saltado las lagrimas, imagina tu madre como habrá sentido tu situación, pero el consejo de tu padre te ha ayudado a resolver tu error, piensa que todos nos equivocamos alguna vez y lo que te hace grande es que lo reconoces y no pasa nada y no volverá a pasar, no te atormentes, la decisión de ir a Australia a trabajar para aprender sobre tus estudios no lo hace cualquiera, eso demuestra lo gran persona que eres, aparte de tu tamaño. Así que pelillos a la mar y sigue aprendiendo que para eso estás allí. Un beso.

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  3. Ánimo Álvaro. La verdad te hace libre, es peor lo que ocurre mientras dura el encubrimiento Tampoco fue culpa tuya. Vas muy bien. Eres honesto, sigue por ese camino

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  4. Estás aprendiendo muchísimo Alvaro. La vida es mucho más que conocimiento de universidad. Aún recuerdo el día q te dijeron q podías ir a ese país!!! Te estás haciendo perdona. Bss. Consuelo( amiga de tu madre de Zumaia)

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  5. Otra lección aprendida. A por la siguiente👏🏼😍

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